El Perú es un país pluricultural y multiétnico que trasciende la actual coyuntura caótica en que vivimos. Nuestro territorio actual desde épocas preincas fue pluricultural y llegó a ser concentrado en un territorio llamado Tahuantinsuyo. Con la llegada de la cultura occidental (española), el panorama étnico de nuestro país se complejizó aún más, desde el punto de vista cultural, apareciendo los mestizajes culturales a través de procesos de sincretismo.
Creo que actualmente las políticas de inclusión del Estado, están disociadas de las actividades de explotación de recursos y “visibilización” de las poblaciones originarias; porque éstas políticas responden a una necesidad de un Estado occidental que históricamente ha “excluido” a las poblaciones nativas y campesinas; es decir, el concepto de integración de este nuestro Estado, siempre ha respondido primero a explotar para luego ver “como integramos”; y lamentablemente en nuestro país no ha ocurrido lo contrario: primero integrar luego “explotar”.
Por lo tanto, la relación entre “explotación e inclusión” en el país, históricamente nunca se ha dado, se hacen y han hecho los esfuerzos para asociarlos, pero lamentablemente no se ha consolidado en nuestro espectro cultural y étnico, menos en el aspecto político o económico. Clara muestra son los conflictos sociales asociados con la explotación de recursos que vienen ocurriendo en el país. Las poblaciones nativas y campesinas miran a la “explotación” de sus recursos como un fenómeno que depreda su mundo donde conviven (bosques, tierra, agua, animales). El Estado penosamente nunca ha empoderado lo contrario; la “explotación” como creador de riqueza para mejorar la calidad de vida.
Este es una de las disociaciones que existen. La integración actual que vemos, está respondiendo a conceptos culturales, mas no así a conceptos económicos o políticos; y éstos últimos son justamente aquellos que “gobiernan” en las actividades de explotación de los recursos. El “diálogo intercultural” recién “se está institucionalizando”, anteriormente la explotación de los recursos no respetaba ningún tipo de derechos de los indígenas; claro ejemplo son las matanzas de indígenas amazónicos que se hacían en la Época del Caucho con las “correrías”.
La población indígena y/o rurales, no ha visto que la explotación de sus recursos en sus territorios haya solucionado sus problemas de primera necesidad, Cajamarca gran productor de oro, sigue siendo el departamento más pobre del país. Ello ha permitido la constante aparición de conflictos sociales, que son aprovechados políticamente por “pseudolíderes” de los excluidos para darse a conocer en futuras elecciones. La disociación entre “explotación e inclusión” es una careta de los actuales conflictos sociales que vivimos.
El Perú, “un mendigo sentado en un banco de oro”, como paradigma, se construye justamente en base a una visión mercantilista de explotación de los recursos primarios. En tiempos de nuestra autonomía, este término no habría tenido razón de ser, porque las poblaciones de nuestro territorio (Pre Incas e Incas) supieron aprovechar equilibradamente sus recursos para convertirse en una sociedad influyente en las Américas. El “mendigo sentado en un banco de oro”, se activa en el Perú con la conquista por parte de la sociedad occidental. Los españoles encontraron un imperio de aproximadamente 10 millones de habitantes, en pocos años esta población llegó a un millón de habitantes y una de las causas principales de esta barbarie demográfica, fue el trabajo forzoso en minas para explotar los recursos de este “país mendigo”. Actualmente seguimos explotando nuestros recursos, pero hay pobreza y el desarrollo es muy limitado en nuestras zonas rurales indígenas de la amazonia y el ande.
La pobreza generacional de las comunidades campesinas y nativas, incita a repensar el país desde este paradigma; pero tampoco la explotación de los recursos ha permitido que nuestras comunidades dejen de ser los “mendigos”. ¿DÓNDE ESTAMOS FALLANDO ENTONCES? Volvemos al punto inicial, la disociación entre la “explotación e inclusión”. El banco de oro donde se asienta el Perú como mendigo, solo es visto por la sociedad occidental, específicamente por el mercado. Para el poblador nativo y/o rural, desde la visión antropológica y étnica, el “banco de oro” lo representan sus ríos, sus cerros, sus lagunas, sus animales, sus bosques, su sabiduría, el agua, etc; la “mendicidad” en la que viven no se explica por la falta de recursos, sino por un tema histórico que deviene desde la llegada de la sociedad occidental: la explotación y exclusión de la población indígena por parte de las sociedades modernas.
Las poblaciones pobres que viven junto a asentamientos mineros, por ejemplo, las que están “sentadas en un banco de oro”, después de tanto tiempo de explotación minera, siguen siendo pobres y con problemas críticos para satisfacer sus necesidades primarias. El paradigma mental es entonces, también un paradigma real. La realidad te muestra que la explotación de los recursos de nuestro país ha llegado a ahondar el tema de la distribución inequitativa de las riquezas. Mientras que algunos aprovechan ostensiblemente el “banco de oro” de nuestro país, muchas veces dentro de mantos de corruptelas; los otros excluidos siguen “sentados” como mendigos en su territorio. Este es el paradigma real del término en cuestión.
Los paradigmas mentales, desde la educación tienen que construirse desde las realidades de nuestros pueblos y comunidades. Las teorías y enfoques tienen que crearse y construirse desde lo local. Ese es el trabajo arduo de un “nuevo Estado” para hacer del país más equilibrado en cuanto a crecimiento y desarrollo; dentro de un marco de inclusión, equidad, diálogo democrático y uso calculado de los recursos.